ENTREVISTA A BETHOVEN MEDINA (*)
César Olivares
Nada hacía presagiar que detrás de aquel hombre de mirada apacible se escondía un poeta de emoción telúrica, capaz de registrar el mundo con todos sus estruendos, pero también con grandes cuotas de esperanza. Nada hacía suponer que detrás de aquel hombre de volumen lato y de bonachón andar, se camuflaba el rapsoda que hizo de la poesía su casa, con esas enormes paredes de palabras que lo cubren de la indiferencia del mundo, y que ahora se dispone a compartirnos su sensibilidad, con una cortesía exquisita y con ese gran conocimiento del arte poética que serán, por siempre, su volumen de vida.
Bethoven, ¿cómo sientes la literatura?
Como la sentí siempre. La literatura es una realización espiritual que, viéndola desde el plano del creador, nos permite no sólo expresar emociones sino también formas de concebir el mundo. Rainer María Rilke decía, en “Cartas a un joven poeta”, que el escritor debe reflexionar, pensar, meditar y tener la suficiente fuerza para seguir escribiendo como un condenado, por los siglos de los siglos…
Pero, como un condenado puede escribir cualquiera. ¿No crees que la literatura también es un trabajo planificado y disciplinado?, ¿un arte donde hay que darle duro a la palabra?
Yo diría “agarrarse a patadas con la palabra”, siempre y cuando prevalezcan, por supuesto, las patadas del escritor. Yo pienso que no sólo se nace poeta; el poeta se va haciendo en la vida diaria. Atrás quedaron los tiempos de Platón donde se consideraba a los poetas semidioses capaces de las más grandes inspiraciones. Un cosa es clara: la inspiración la tenemos todos, por algo somos seres humanos, pero darle forma y trabajar el detalle, el estilo y la estética con disciplina; eso, sólo los poetas.
Y hablando de poetas, se me viene a la memoria una frase de Juan Gonzalo Rose en la cual se señala que hasta los veinticinco años todos escribimos poesía; a partir de allí, sólo los poetas. Bethoven Medina hace rato que pasó la valla, ¿se podría decir, entonces, que la poesía es su único y verdadero camino?
Yo podría decir que sí, porque escribo desde los quince años y ya tengo como cuarenta. Tengo, además, (aquí si me toca ser vanidoso aunque no lo quiera) algunos libros publicados y algunos premios y reconocimientos obtenidos tanto a nivel local como nacional; mis poemas han sido publicados en distintos países de Sudamérica. Todos estos acontecimientos me han llenado de satisfacción. Pero hay mucho por andar. Pienso que una verdadera obra sobrevive a su autor y a su tiempo; y, si mi obra cumple o no con estos requisitos, sólo el tiempo lo dirá.
Sin duda has tenido una trayectoria literaria interesante, pero yo quiero que me hables del Bethoven de sus inicios o, para serte más específico, del quinceañero Bethoven que formó, junto a su adolescente collera el grupo literario “Nuevo Amanecer”.
Gracias por permitirme recordar momentos gratos. Una de las peculiaridades de “Nuevo Amanecer” es que todos sus integrantes éramos estudiantes de la escuela secundaria. El grupo nace a fines del 70. Por ese tiempo existía en nuestra ciudad el APET (Asociación de Periodistas Escolares de Trujillo), que reunía a los delegados de todos los colegios de Trujillo y distritos. En una de esas reuniones, un amigo me lleva un poemario suyo publicado a mimeógrafo; de inmediato le comenté que yo también escribía y, al oír tan osada revelación, la mayoría de los integrantes de la APET terminaron por confesar sus prematuras inclinaciones literarias. Así fue que con Diómedes Morales, Mario Cruz Nery, Wilson Jaime Barreto, acordamos formar el grupo “Nuevo Amanecer”.
Cuando hablamos de “Nuevo Amanecer” nos situamos en plena década del 80. Una década muy dura social y políticamente hablando. ¿Los integrantes de “Nuevo Amanecer” se vieron influenciados en sus motivaciones temáticas por esta coyuntura o se mantuvieron cuidando la forma y el estilo de la obra?
Buena pregunta. En los tiempos en que se formó el grupo estaba en auge esa división de la literatura peruana entre creadores puros y comprometidos. Quienes hacían literatura social en el grupo eran Manuel Alfaro, Jaime Chihuala, Diómedes Morales, entre otros; y quienes hacían literatura pura eran Franco Chico, José Pinedo Pajuelo, Mercedes Cáceres y yo. O sea, que ya existían nuestras divergencias de grupo.
Bethoven se pone como creador puro… Sin embargo, tengo entendido que alguna vez tuviste problemas con la policía de investigaciones…
Fue a raíz de la publicación de una antología titulada “Belleza de la rebeldía”, que era una antología de la poesía joven de la Universidad San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho, y que fue publicada en el año 1982, año de la aparición de sendero, cuando las papas hervían. Como resulta evidente, el libro llegó a la policía de investigaciones y nos tuvieron en la mira. Felizmente descubrieron que sólo éramos estudiantes y nos dejaron en paz.
Conocido es que publicaste tu primer libro (“Necesario silencio para que las hojas conversen”) a los veinte años y que has editado algunos otros en los años sucesivos… Pero tus lectores no se explican por qué no has publicado el libro ganador del “Poeta Joven del Perú”, ¿a qué se debe tanto misterio y tanta espera?
No lo he publicado por la sencilla razón de que los considero mis heraldos blancos. Y creo que aún no ha sido el momento porque he publicado otros libros que han tenido temática secuencial. Sin embargo, lo pienso publicar en unos tres años.
Pero ya son más de veinte años que lo tienes apolillado…
(Se pone circunspecto) Es que es un libro esotérico. Se titula “Las siete estaciones de Cayvalle” El libro tiene siete partes y cada parte, siete poemas. Lo he guardado porque necesitaba ir aprendiendo más, tener la suficiente solvencia de conocimiento y madurez psicológica, espiritual e intelectual para defender mi libro. Como puedes darte cuenta, yo no me desespero en publicar.
¿Hay ciclos temáticos dentro de tu poesía?
Sí, hay un ciclo histórico que empieza con “Expediente para un nuevo juicio”, continúa con “Antes niegue sus luces el sol” y concluye con otro libro que he titulado “Encuentran a Ulises en un mar del sur” (este último habla de la historia latinoamericana con ribetes de fundamentos griegos; es decir, es un “Ulises” de la Odisea insertado el la realidad latinoamericana). Y existe otro ciclo en mi poesía que empieza con “Necesario silencio para que las hojas conversen”, seguido por Volumen de vida” y, finalizando este ciclo, “Las siete estaciones de Cayvalle”.
Muchas gracias por tu valioso tiempo Bethoven, pero antes de retirarme tal vez quisieras dejar algunas palabras para tus lectores o, en todo caso, para los jóvenes escritores que empiezan en este arduo pero hermoso avatar.
Bethoven, ¿cómo sientes la literatura?
Como la sentí siempre. La literatura es una realización espiritual que, viéndola desde el plano del creador, nos permite no sólo expresar emociones sino también formas de concebir el mundo. Rainer María Rilke decía, en “Cartas a un joven poeta”, que el escritor debe reflexionar, pensar, meditar y tener la suficiente fuerza para seguir escribiendo como un condenado, por los siglos de los siglos…
Pero, como un condenado puede escribir cualquiera. ¿No crees que la literatura también es un trabajo planificado y disciplinado?, ¿un arte donde hay que darle duro a la palabra?
Yo diría “agarrarse a patadas con la palabra”, siempre y cuando prevalezcan, por supuesto, las patadas del escritor. Yo pienso que no sólo se nace poeta; el poeta se va haciendo en la vida diaria. Atrás quedaron los tiempos de Platón donde se consideraba a los poetas semidioses capaces de las más grandes inspiraciones. Un cosa es clara: la inspiración la tenemos todos, por algo somos seres humanos, pero darle forma y trabajar el detalle, el estilo y la estética con disciplina; eso, sólo los poetas.
Y hablando de poetas, se me viene a la memoria una frase de Juan Gonzalo Rose en la cual se señala que hasta los veinticinco años todos escribimos poesía; a partir de allí, sólo los poetas. Bethoven Medina hace rato que pasó la valla, ¿se podría decir, entonces, que la poesía es su único y verdadero camino?
Yo podría decir que sí, porque escribo desde los quince años y ya tengo como cuarenta. Tengo, además, (aquí si me toca ser vanidoso aunque no lo quiera) algunos libros publicados y algunos premios y reconocimientos obtenidos tanto a nivel local como nacional; mis poemas han sido publicados en distintos países de Sudamérica. Todos estos acontecimientos me han llenado de satisfacción. Pero hay mucho por andar. Pienso que una verdadera obra sobrevive a su autor y a su tiempo; y, si mi obra cumple o no con estos requisitos, sólo el tiempo lo dirá.
Sin duda has tenido una trayectoria literaria interesante, pero yo quiero que me hables del Bethoven de sus inicios o, para serte más específico, del quinceañero Bethoven que formó, junto a su adolescente collera el grupo literario “Nuevo Amanecer”.
Gracias por permitirme recordar momentos gratos. Una de las peculiaridades de “Nuevo Amanecer” es que todos sus integrantes éramos estudiantes de la escuela secundaria. El grupo nace a fines del 70. Por ese tiempo existía en nuestra ciudad el APET (Asociación de Periodistas Escolares de Trujillo), que reunía a los delegados de todos los colegios de Trujillo y distritos. En una de esas reuniones, un amigo me lleva un poemario suyo publicado a mimeógrafo; de inmediato le comenté que yo también escribía y, al oír tan osada revelación, la mayoría de los integrantes de la APET terminaron por confesar sus prematuras inclinaciones literarias. Así fue que con Diómedes Morales, Mario Cruz Nery, Wilson Jaime Barreto, acordamos formar el grupo “Nuevo Amanecer”.
Cuando hablamos de “Nuevo Amanecer” nos situamos en plena década del 80. Una década muy dura social y políticamente hablando. ¿Los integrantes de “Nuevo Amanecer” se vieron influenciados en sus motivaciones temáticas por esta coyuntura o se mantuvieron cuidando la forma y el estilo de la obra?
Buena pregunta. En los tiempos en que se formó el grupo estaba en auge esa división de la literatura peruana entre creadores puros y comprometidos. Quienes hacían literatura social en el grupo eran Manuel Alfaro, Jaime Chihuala, Diómedes Morales, entre otros; y quienes hacían literatura pura eran Franco Chico, José Pinedo Pajuelo, Mercedes Cáceres y yo. O sea, que ya existían nuestras divergencias de grupo.
Bethoven se pone como creador puro… Sin embargo, tengo entendido que alguna vez tuviste problemas con la policía de investigaciones…
Fue a raíz de la publicación de una antología titulada “Belleza de la rebeldía”, que era una antología de la poesía joven de la Universidad San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho, y que fue publicada en el año 1982, año de la aparición de sendero, cuando las papas hervían. Como resulta evidente, el libro llegó a la policía de investigaciones y nos tuvieron en la mira. Felizmente descubrieron que sólo éramos estudiantes y nos dejaron en paz.
Conocido es que publicaste tu primer libro (“Necesario silencio para que las hojas conversen”) a los veinte años y que has editado algunos otros en los años sucesivos… Pero tus lectores no se explican por qué no has publicado el libro ganador del “Poeta Joven del Perú”, ¿a qué se debe tanto misterio y tanta espera?
No lo he publicado por la sencilla razón de que los considero mis heraldos blancos. Y creo que aún no ha sido el momento porque he publicado otros libros que han tenido temática secuencial. Sin embargo, lo pienso publicar en unos tres años.
Pero ya son más de veinte años que lo tienes apolillado…
(Se pone circunspecto) Es que es un libro esotérico. Se titula “Las siete estaciones de Cayvalle” El libro tiene siete partes y cada parte, siete poemas. Lo he guardado porque necesitaba ir aprendiendo más, tener la suficiente solvencia de conocimiento y madurez psicológica, espiritual e intelectual para defender mi libro. Como puedes darte cuenta, yo no me desespero en publicar.
¿Hay ciclos temáticos dentro de tu poesía?
Sí, hay un ciclo histórico que empieza con “Expediente para un nuevo juicio”, continúa con “Antes niegue sus luces el sol” y concluye con otro libro que he titulado “Encuentran a Ulises en un mar del sur” (este último habla de la historia latinoamericana con ribetes de fundamentos griegos; es decir, es un “Ulises” de la Odisea insertado el la realidad latinoamericana). Y existe otro ciclo en mi poesía que empieza con “Necesario silencio para que las hojas conversen”, seguido por Volumen de vida” y, finalizando este ciclo, “Las siete estaciones de Cayvalle”.
Muchas gracias por tu valioso tiempo Bethoven, pero antes de retirarme tal vez quisieras dejar algunas palabras para tus lectores o, en todo caso, para los jóvenes escritores que empiezan en este arduo pero hermoso avatar.
No soy nadie para dar consejos; pero se logran grandes cosas con humildad, paciencia, trabajo y mucha lectura. Hay que pensar, por sobre todas las cosas, que la literatura es un arte, y no podemos aprovecharnos de él para hacer una estela personal o figurativa. El arte nos demanda una obra madura, sensata y paciente, para que nos sobreviva. En la eternidad está la esencia del arte.
* Esta entrevista antigua ha sido rescatada del polvo del olvido. Fue realizada el año 2000.