LA ARQUITECTURA DE OSCAR RAMÍREZ

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UN ARQUITECTO NO COMUN

Bethoven Medina

Pronunciarse ante una obra primigenia constituye un desafío, y por lo tanto, un riesgo. Sin embargo, deja de ser desafío cuando se asume, con categoría de análisis literario, el tener que opinar lo que objetivamente podemos encontrar en un texto; y deja de ser riesgo, cuando se tiene la seguridad de encontrarse ante una nueva voz que conlleva intrínsecamente el peso específico y artístico de su construcción poco común.
Esta toma de decisión de explicar la poesía de Oscar Ramírez, nos entusiasma a seguir apostando por el parnaso de la literatura regional y, por ende, peruano. Por lo tanto, la denominación de “novísimos” que se le asigna a su promoción de escribas es sólo teórica y circunstancial. Van más allá y el tiempo me acompañará en este teorema.
Hasta hace poco me preocupaba el vacío de la nueva escritura que se desarrolla en nuestro país, especialmente en el norte. Sin embargo, con sincero reconocimiento escribí una nota crítica a Euritmia, primer libro de Denisse Vega Farfán, joven poeta trujillana, quien actualmente radica en Chimbote. Asimismo, con valoración escribí el prólogo del libro Espejo Ramaje de Paul Mendoza Malaver en Cajamarca. Mi interés silencioso e inquietante era estar atento a lo qué ocurría en Trujillo y grato es el encuentro con el arquitecto de las palabras Oscar Ramírez, en un tiempo nada común.
Ahora, tengo el privilegio de expresar algunas opiniones en torno al primer poemario de Oscar Ramírez: Arquitectura de un día común, en quien he reconocido al joven poeta que, como Javier Heraud, sabe ya, que la poesía es un trabajo difícil que se pierde o se gana con el transcurrir de los años otoñales.
Con la publicación de Arquitectura de un día común, Oscar Ramírez, nos demuestra que la literatura peruana actual está atravesando por un periodo de innovación y expectativa. Por ello, es un orgullo para nosotros el tener que mencionar que la nueva hornada de creadores empieza no tan sólo con un buen pie, sino con su propia luz.
Este primer poemario, desde el título, nos remite al hecho de rescatar el término “común”, enfocado en el aspecto de comunidad, de pueblo, de popular. Es un relanzamiento de lo “común” lejos del coloquialismo último de la poesía peruana, en donde sí existe mucho “lugar común”, es decir frases repetitivas, frases que caen en exceso y por lo cual pierden la categoría literaria.
Por el contrario, en Arquitectura… se denota oficio, trabajo, y desde luego, la voz que se va volviendo propia de Oscar Ramírez.
Como bien decía Raquel Jodorovski en el mundo de la literatura, no existen ni buenos ni malos poetas, lo que existe en la tierra son hombres que cantan. Las categorías de bueno o malo nos lo dan los ojos avizores y críticos, que dependen también del cristal con el cual se mire: si nos miran con categoría de análisis social, con categoría de análisis político, o si nos miran desde un punto de vista estético y operacional. Empero, esto ya no es problema de Oscar ni de los poetas, sino de los críticos y de los que tienen el libro en sus manos.
En el libro Arquitectura de un día común, al aplicar una lectura estratégica, encontramos que tiene fortalezas en cuanto es un lenguaje que ya demuestra oficio literario. No existe el adjetivo fácil ni el verbo gastado, porque, si bien en algunos casos se demuestra coloquial, se condensada artísticamente con figuras con las cuales logra aún más que describir circunstancias y exponer sentimientos; de manera que el lector no sea sólo un lector pasivo sino que se constituya en un lector activo, el cual irá recreando con libertad la poesía que lee.
La temática se concentra en asuntos de categoría universal, pero realizada en una forma estructural diferente. Desde la primera parte, la cual da título al libro, asistimos a la creación definida de la poesía, la naturaleza y el enigma de amanecer, en espíritu y sueño. En cambio en el apartado Oficio de aprendiz obtiene sus raíces en el tema del amor, aves y voces En la tercera parte subtitulada Las Pequeñas historias tiene como lei motiv sus emociones de soledad, contemplaciones y aciertos conceptuales y poéticos. Finaliza el poemario resumiendo en presente y pasado el Principio y final de las historias, como fin de esperanza o la duración del día.
Si bien los temas son universales, como mencioné anteriormente, éstos se muestran frescos en la voz de nuestro joven poeta, quien utiliza un lenguaje próximo a Saint-John Perse del libro Anábasis. Así encontramos el manejo de las figuras como en el poema Inventarios de imágenes:

...Reposos de niñas
.................bajo contemplaciones de cielos.
...Orillas cobijando sus pasos.
...Se pronuncian murmullos.
...Se dibujan retratos.
...................Un vacío / La realidad

.............Inventarios de días:
.............................amaneceres y descansos.

El gran tema del mar se manifiesta en el texto Bosquejo de la contemplación del mar por las mañanas , y de la siguiente manera:

...Amanecer entre fraguas
...y mansas lamentaciones de horas perdidas.
...Desnudos, los pies olvidan la tentación
......................o el deambular por calles
......................e historias vacías.
...Poder hallar y contemplar
...aquella imagen mientras descubrimos
...que la orilla del mar es un lugar sereno y amable
...puede ser una acción generosa.

...Principiará en el cielo la brillante emoción de la mañana.


Como se puede observar, escuchar y analizar, el lenguaje usado por Oscar Ramírez, es coloquial, siempre ligado a la sugerencia, por lo tanto es un lenguaje abierto y dispuesto a la recreación. Conforme vaya escribiendo, sostendrá su arte poético. Leamos un fragmento del poema Creación de las palabras:

...Marea, meridiano vocal,
...algún pretexto verbal para la formación de las voces.

...Las imágenes confeccionarán
...la fragilidad de conceptos morales.

...Un nombre, conducido por el viento,
...viene a posarse temeroso en tus labios.

...Convertido en palabra,
...con la hipérbole creativa del amor,
...aquello resonará como un vacío,
.......................como el eco de un cristal
...murmurando a destiempo el dolor de las sombras.


Muy al margen de los temas que se han mencionado, podemos hacer un análisis lingüístico y semiótico de lo que viene a ser la escritura en este texto. Son poemas como cuerpos de libre disponibilidad en donde lo que mejor se descubre es el manejo interior del poema, y lograrlo significa oficio, categoría literaria. Este es el lenguaje que refleja figuras del pensamiento y la palabra en forma conjunta, lo cual constituye la modernidad de la arquitectura, no solamente de un día común, sino como testimonio permanente de que la poiesis , al final, es belleza.
Finalmente, debo opinar que no hay mejor homenaje a un escritor como el de la atenta lectura a sus escritos. Hölderlin decía que los poetas son los mensajeros entre los dioses y los hombres, y creo que Oscar Ramírez, quien pareciera haber leído muy bien las Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke, se orienta por ese derrotero, pues con lo obtenido artísticamente en este primer poemario, nos anuncia gratamente lo que será su sacerdocio poético en las letras del norte del Perú. No hay duda. Estamos ante un joven poeta que apunta lejos.

EL ARRIERO BETHOVEN

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ULTIMA POESIA DE BETHOVEN MEDINA

Carlos Bancayán Llontop
Escritor
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Bethoven Medina Sánchez es un conocido poeta trujillano radicado en Cajamarca; ingeniero agrónomo de profesión, es también magíster en ciencias económicas y docente universitario.
Pero su vocación cimera es la de aedo. Como tal ha publicado anteriormente: Necesario silencio para que las hojas conversen, Quebradas las alas, Volumen de vida, Expediente para un nuevo juicio, Y antes niegue
sus luces el sol, Antología esencial, Cerrito del amanecer (poesía infantil). También las antologías Labios abiertos y Belleza de la rebeldía.
Muchos son los merecimientos y lauros de Medina. Sus poesías están consideradas en los sílabos de educación primaria, secundaria y universitaria. Además su producción se ha difundido en diarios y revistas de Perú, Chile, Puerto Rico, España y Alemania.
Su último poemario, titulado El arriero y la montaña bajo el alba (setiembre 2008), consta de siete capítulos: Alba, Valle, Natura, Nativo, Identidad, Intemperie y Vendaval. Todos están precedidos por epígrafes de prestigiados poetas (Martos, Heraud, Corcuera, Florián…), perfectamente adecuados para cada tema.
Si bien Bethoven inició su profesión de agrónomo en su Trujillo natal, la culminó en Cajamarca, donde su espíritu sensible nutrióse tempranamente del bucólico paisaje serrano “Al centro o al costado del valle/ se asienta el pueblo,/ como ternero/ prendido a la ubre/ de la madre tierra”.
Los sembríos, primerísimo objeto del quehacer humano y ya hace tiempo mecanizados, conservan aún en las alturas su calmo aspecto natural: “La simiente/ propicia encanto y permanencia/…/tendidos surcos,/ quietos y callados/ ¿Di /hierba buena?/ Hechura del noble arado viejo”.
La tierra se torna dichosa y feraz por la acción de la mano campesina, y rebosa frutos cuajados de poesía: “Los nísperos son lágrimas del sol./ La sandía partida está avergonzada pero sonriendo, y/ los duraznos invertidos parecen corazones alegres”.
El poeta canta a las cúspides con unción devota, cuasi religiosa: “He transitado los andes entusiasmado en la montaña/ y mi corazón oraba en los límites del viento”.
Mas palpa también y resiente pero acepta la compleja severidad de la geografía serrana: “Laberíntico es el caer de la lluvia,/ afilado mi sentir en esta estación de neblina y frío./ / Todo sea amado de estas alturas,/la llave del silencio, la felpa de la soledad”.
Encontramos poemas de doble título en los cuales las estrofas correspondientes se alternan. En el primero de ellos Medina formula una sentida, necesaria petición ecologista: “Sor tristeza, tú que mejor lees a la izquierda del Sol,/ os imploro a orillas del mar contaminado,/ aleja el vil destrozo del hábitat,/ ballenas y focas así lo solicitan”.
En el capítulo titulado Nativo se nos sumerge poéticamente en diferentes facetas: arqueológicas (Kuntur wasi: casa del cóndor), mitológicas (Catequil, deidad andina cuyos sacerdotes fueron muertos por Atahualpa cuando le anunciaron su triste final), geológicas (Peña del olvido, en Cajabamba: profunda zanja, atractiva para amantes suicidas). Las notas explicativas al pie de página son ilustrativas y didácticas.
El amor reverbera en los surcos y tiene espontaneidad de polen y áloe: “Tus ojos, mi pastora,/ no descubrirán el vaivén de los trigales// Ya no haré de tus piernas viejos arados de siembra/ de tu cuerpo vino de tuna/ como antes/ metiéndome en tus grutas amadas…”.
Pero es también reflexivo, sentencioso, lúcido, un tanto determinista: “Todo al azar sucede en el amor. Nadie sabe con quién./ Al final una mujer ha de ser el cauce”.
Un capítulo trascendente del poemario es Identidad. Aquí Medina emprende la búsqueda y expresión de su yo intrínseco a través de su discurrir vital, en el ámbito de los sentires personales, solidarios, sutiles. Citamos fragmentos ilustrativos pertenecientes a diferentes poemas: “Anduve buscando la verdad/ en gestos, abrazos/ y caricias;/ navegando bajo tormentas”. “Por siempre el amor estará en el fondo de todos/ y hay que extraerlo como quien salva del mar un buque náufrago”. “Hermano: plural mi fe te busca en su peso,/ heme aquí Nazareno de sustento en el impulso del clavel”.
En el capítulo Intemperie el fenómeno del Niño, los grillos, la erosión… son tratados con sapiencia de técnico y pluma de acendrado poeta a la vez.
Ya hacia el final, el viento, ese elemento que bien refresca como avasalla, se convierte para el autor en símbolo “Inquebrantable” de fuerza vital, de energía dinamizante no exenta de pía solemnidad: “El viento acompañado de nubes/sobrevuela las cordilleras/ y en su ritmo describe una oración a las quebradas”.
De excelente presentación, esta obra última de Bethoven Medina es una comprobación de que su numen no sólo permanece pertinaz, sino que va en progresivo y feliz ascenso.
En ese indeclinable transcurrir por los altos senderos de la poesía, Bethoven nos participa concisa y bellamente: “Aún así preparo mi viaje/ encendiendo el viento con una palabra”.

CRÓNICAS, HISTORIAS Y OTROS ALJÓFARES

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JEREMIADAS, DI?

Ricardo Vírhuez Villafane

Acabo de leer, entre la combi y el micro de ida y vuelta de la tarde, un librito delgado como un pejerrey que padece del buen estilo y de las mejores ideas. Se trata de “Jeremiadas”, del poeta César Olivares (Trujillo, 1979), una selección de 21 crónicas breves que publica cada semana en el diario Correo, de Trujillo.
A veces con alegría, otras con nostalgia, pero siempre con un espíritu zumbón, estas crónicas son el retrato de una ciudad contradictoria y todavía fiel a sus prejuicios y viejas convulsiones.
Porque Trujillo, en el retrato de este libro, tiene los rostros de una ciudad tímida que ha crecido lentamente, sin aspavientos, tranquila y como dormida en sus laureles. Quienes parecen darle dinamismo son, curiosamente, aquellos que llegaron con el tiempo por razones de estudio o de trabajo, personajes enamoradizos y desternillantes como Jorge Tume, piurano de pura cepa, varias veces mencionado, o las figuras del padre y los amigos, los amores y las nostalgias de una infancia jodida.
Un humor socarrón acompaña los juicios y visiones de Olivares, totalmente rendido a la literatura y los giros efectistas. Porque el cronista oscila desde la frase brillante e inaudita (“oyó hasta el sonido de un alfiler cayendo sobre la alfombra”) hasta la manoseada y ceremoniosa (“estas humildes y sin embargo pletóricas palabras de gratitud”).
Y para tener la sartén por el mango, Olivares se burla de sí mismo, con falsa modestia, naturalmente, y enseguida enfila la broma contra cualquiera que se le ponga al frente, muy al estilo de Jorge L. Borges, quien para confrontar a Shakespeare o Cervantes primero cumplía el ritual de ningunearse. De ahí que el autor considere lloriqueos a sus crónicas, que no otra cosa significan “jeremiadas”. Hábil retórica, lo cierto es que asistimos a unas crónicas hermosas y con medido desparpajo. Notas para degustar y sonreír. Un libro flaco y pendenciero, para quitarse el sombrero.

PECULIAR HOMENAJE A CIRO ALEGRÍA

ROSENDO MAQUI EN TRUJILLO

Jorge Tume
Diario Correo, 18/11/09

Ahí voy Ciro”, me dije el sábado pasado, al dirigirme decididamente a la Casa de la Emancipación, donde el Congreso de la República le rendía homenaje. Abordé un ancho taxi colectivo, acomodé mi voluminosa humanidad (a decir del fámulo Olivares) y, mientras leía el último libro de Gerson Ramírez, suspiraba al recordar al gran Ciro Alegría que alegró y entristeció mi infancia con sus maravillosas historias. Inolvidable Ciro. Y es que “Los perros hambrientos” impactó tanto en mí que decidí llevar siempre conmigo aquel libro de pasta amarilla que me compró mi padre. Lo leí siete veces. En cada leída, un mundo nuevo se abría en mi mente. Reía con las ocurrencias de Simón Robles que bautizó a sus perros como Güeso y Pellejo. Lagrimeaba con el sufrimiento de los indios y los perros (hermanos en la desgracia) y con la trágica muerte del niño Damián. Qué felicidad leer ese final con Simón Robles abrazando a su Wankita que había vuelto con la lluvia buena.
Si hay escritores peruanos que me marcaron y que permitieron que hoy garabatee algunas historias, esos son César Vallejo, José María Arguedas, Manuel Scorza y – cómo no – Ciro Alegría. Ellos son los padres de mi amor por los libros y la literatura.
Rendirle homenaje a Ciro Alegría no es cuestión de poses y discursos almibarados, aprovechando la coyuntura del centenario de su nacimiento. Es asumir que como escritor tuvo un derrotero; esto es, dejar transcurrir por sus vitales libros la voz de los desposeídos, de los indios que hoy siguen ninguneados como en su tiempo. Rendirle homenaje es gritar a todos los vientos del mundo que sus libros no han perdido vigencia, porque los gamonales y explotadores de ayer hoy tienen la papada más hinchada, de tanta soberbia y tanto odio acumulado. Rendirle homenaje es decirle, sin medias tintas, que no se equivocó al renunciar al APRA, porque todo ser humano que se precie de tal (sobre todo los intelectuales) deben alejarse por completo de aquellos que desprecian y odian a todos los Rosendo Maqui del Perú. Rendirle homenaje es hablar con la orgullosa voz de Calixto Garmendia: “El día que el Perú tenga justicia, será grande”.
Por la calle Pizarro, a una cuadra antes de la Casa de la Emancipación – me encontré con Gerson Ramírez (sí, el mismo del libro) y me pareció raro que viniera en sentido contrario, cuando él es amante de todo evento cultural. Me dijo: “seguro va a demorar ese homenaje, mejor me voy a abrazar a mi mujer”. Nos despedimos. Llegué a tan histórico patrimonio cultural, muy orondo me aprestaba a ingresar cuando una mano negra se posó sobre mi pecho: “¿su invitación señor?”. Era la voz de un joven que, lista en mano, chequeaba el ingreso de todos. “¿Cuál invitación?”, pregunté, medio cojudo. “Disculpe señor, pero a este evento sólo ingresan personas invitadas con tarjeta”, fueron sus últimas palabras. Por más que quise alegar que yo era Rosendo Maqui no me permitieron el ingreso. Tuve que volver sobre mis pasos, no sin antes decir: si Ciro viviera, se avergonzaría de este homenaje.

ESCRITORES ALTAZORIANOS

LOS JINETES DEL APOCALIPSIS
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César Olivares
Diario Correo 14/11/09

El parnaso aplaude a rabiar, Harold Alva inventa un condimentado movimiento de caderas y oculta el rostro de su pareja (Willy del Pozo) en la oquedad de su sombrero. Sócrates Zuzunaga hace llorar la mandolina, mientras los dedos de todos los presentes tamborilean sobre la mesa al compás de una sabrosa marinera. Momentos antes, un entusiasta Willy le había hecho una apuesta a Jorge Tume, al mismo tiempo que le tomaba de las manos: atreverse a buscar su cintura entre los acordes de un huayno huamanguino. El gordo no se chupó, y hasta ahorita está convencido que perdió su esfericidad ecuatorial en la generosa cena que nos ofreció Eduardo Elías en su acogedor Torremolinos.
El desbande empezó el viernes por la mañana cuando, con los rostros trasnochados y víctimas de una celebración hepática luego de triunfar en la IV Feria de Libro de Nuevo Chimbote, arribaron a esta dionisiaca ciudad, trepados en un trajinado Nissan Sentra de color guinda, los cuatro jinetes del apocalipsis: Carlos Rengifo, Henry Quintanilla, Harold Alva y el inefable Willy del Pozo. Esperaban en el hotel, atentos a cualquier jugada, los reconocidos Carlos Calderón Fajardo y Sócrates Zuzunaga.
Después del desayuno, Sócrates tuvo que acompañar su digestión con la incipiente curiosidad de sorprendidas niñas del colegio "Inmaculada" que habían leído la tierna historia de "Takacho, Takachito, Takachín". Luego, los ahora seis socios del señor, debían reponer energías porque por la tarde les esperaba un desgaste intelectual, manual y coral. El derroche intelectual y manual lo tuvieron con los afortunados alumnos del colegio "Max Ludwig Planck" (aquí, con los pulsos trémulos de emoción, nuestros arquitectos de la palabra procedieron a firmar sus libros ante decenas de jóvenes admiradores) y, horas más tarde, con un auditorio un poco mayor, en la Alianza Francesa de Trujillo. El desgaste coral, en cambio, lo tuvieron por la noche y, según pude ver, cuando no aullaban al compás de las canciones, mojaban la palabra para afinar los alaridos.
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Participantes del I Festival del Libro Max Ludwig Planck 2009.

El sábado por la mañana, el equipo de fulbito de Ediciones Altazor, en completo ayuno, fue a clausurar el festival del libro en un importante colegio. La atracción: Don Willy Melenas, el terror de las nenas. Hasta la señora de limpieza quería sacarse fotos con él porque pensaba que era José Luis Rodríguez "El puma". Luego, cual pareja de incontables correrías, el sorprendido Del Pozo y su adjunto Harold Alva, se enrumbaron a un colegio también de la zona para firmar algunos libros de literatura infantil de su autoría.

Después de un merecido descanso, el sábado por la tarde, en la Casa de la Emancipación, el reconocido narrador peruano Carlos Calderón Fajardo nos contaba los pormenores de la redacción de una de las primeras novelas góticas de la literatura peruana: "El viaje que nunca termina (la verdadera historia de Sara Helen)" y el laureado Sócrates Zuzunaga nos presentaba las pícaras escenas del ya entrañable "Taita Serapio". Por la noche, otra vez Eduardo Elías nos invitaba a llenar buche y a mojar la palabra en su cálido local. Y así tuvimos que ver partir, con la gratitud infinita por no haberse bebido toda la cerveza de nuestra ciudad, en el mismo Nissan guinda que llegaron, aún con las ojeras más grandes y esta vez rumbo a Lima, a tan cándidos y sanos muchachotes que nos visitaron. Ésta es su reseña.

ALTA LITERATURA EN EL BAJO PIURA

Este artículo del escritor y editor Ricardo Ayllón, ha sido publicado en el importante portal Libros peruanos. Es una generosa reseña de lo que fue la I Feria del libro "Bernal 2009", que organizó nuestra institución junto a la Municipalidad Distrital de Bernal.

No es lo mismo escribir en el Perú que escribir para el Perú. Este es un tema sobre el que hablábamos hace un tiempo con un entrañable amigo escritor. Le decía que la diferencia reside en que lo primero tiene que ver con algo inevitable, intrínseco, si es que el creador reside en este país; pero lo segundo, lleva consigo definitivamente un sentimiento, y es, sin duda, una voluntad humana, un planteamiento individual de cada escritor.Y el creador lo entiende mejor cuando decide asistir a un encuentro o festival del libro organizado en una localidad del interior del país, y se rodea masiva e indistintamente de lectores de toda edad y condición que lo han esperado con la misma ansiedad que produce un megáfono anunciando la inminente visita de un grupo de cumbia. Ser invitado a una feria del libro en cualquier comunidad del Perú, lo hace saber que su literatura sirve mucho más que en la gran urbe, pues de hecho siente con mayor intensidad la espontaneidad del niño que hojea los libros con aquella violencia y curiosidad que nada tienen que ver con los escrúpulos, o el recibimiento cálido del campesino que conversa con suma naturalidad y sin los disfuerzos del lector citadino que busca conocer al escritor por las páginas faranduleras de los diarios, más que por su propia creación.
Este y otros pensamientos me invaden ahora que retorno de la feria del libro organizada por el joven narrador piurano Jorge Tume Quiroga y el alcalde de Bernal, localidad situada en la provincia de Sechura, o lo que se conoce como el Bajo Piura, un valle fértil donde se siembra arroz y algodón, y donde el clima en esta época tiene aquella apacibilidad que no la hace intensa ni grave, sino que tiene la justa temperatura de la calidez humana.
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Jorge Tume Quiroga y César Olivares dirigen en Trujillo un instituto para el fomento de la lectura, y se han propuesto organizar en adelante todas las ferias y festivales que sean posibles para hacer que lector y escritor se aproximen con mayor frecuencia, intentando que la literatura se convierta casi en un artículo de pan llevar. Para esta ocasión, eligieron Bernal, el pueblo natal de Tume, a donde trajeron, desde Lima, a Oswaldo Reynoso, Dante Castro, Cronwell Jara, Ricardo Vírhuez y el autor de estas glosas; pero también, desde Trujillo, a Bethoven Medina y Alberto Alarcón; y desde la propia región Grau, a Houdini Guerrero, Wilfredo Temoche, Teodoro Alzamora, y algunos grupos literarios regionales conformados por jóvenes escritores como Ricardo Musse, Reynaldo Cruz o esa revelación (para mí) como es Cosme Saavedra, un nombre que usted, amigo lector, debe intentar recordar en adelante.
Una feria como ésta, tiene todo aquello que me lleva a confirmar que no solo escribo en el Perú, sino para el Perú, para esta patria a la que tanta falta le hace la lectura y en la que felizmente aparecen pequeñas localidades como la de Bernal, donde su alcalde comprende la necesidad y dispone parte de su escaso presupuesto para invertirla en cultura. Siento que escribo para el Perú (y no solo en el Perú) cuando descubro que Tume ha involucrado hasta a su familia en esta aventura: su padre, por ejemplo, es quien ha venido a buscarnos hasta la misma agencia de transportes que nos trajo desde Lima y nos invita a desayunar (en su propia casa) el mismo pan y el mismo queso cotidianos; su esposa, es quien lo apoya en la disposición de las mesas para la exposición de los libros; y es el pueblo en general el que se suma a las celebraciones organizando una verbena con números musicales del lugar.
De esta forma es como de pronto, los escritores que hemos viajado mil kilómetros al norte de Lima, empezamos a ofrecer nuestro trabajo con cariño: charlamos entre los pobladores con la misma confianza con que lo hacemos en familia, y por fin nos damos cuenta que la del escritor, no debe ser en el Perú tarea de gabinete, sino también de difusión, marchas, búsquedas y viajes por los intersticios y hendiduras de un país que espera siempre, en su literatura, reconocerse y erigir para sí una autoestima fundada en su tan ansiada identidad cultural.

LA LITERATURA PERUANA ACTUAL ES MUY PROLÍFICA

ENTREVISTA A MARIO WONG
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Luego de diez años de autoexilio francés, nos visitó Mario Wong, escritor nacido en Piura. Acaba de publicar “Su majestad el terror”, (Pasacalle) novela que trata la historia de los actos humanos atravesados por el terror. Haciendo un alto en las visitas que hiciéramos a Moche, la Huaca de la Luna, Huanchaco, cafeterías del centro de Trujillo, etc. conversamos, de todo un poco. He aquí el diálogo que tuvimos con este entrañable amigo.

Jorge Tume

Mario, acabas de publicar la novela “Su majestad el terror”, antes habías publicado “El testamento de la tormenta”, ¿por qué esa recurrencia al tema de la violencia?
Mi generación fue marcada por la violencia que sufrió el país en los años 80. Mi salida del país obedeció a la situación que se vivía. Y cuando he estado en París, me planteaba escribir, como una manera de dar salidas a esta presencia caótica, que de una u otra forma la vivía subjetivamente. Entonces se me planteaba la cuestión de escribir desde alguien que ha vivido algo y que además está afuera. Eso es lo que me he planteado.

Es decir, en el ámbito de la escritura sobre la violencia en el Perú, tu visión es de dentro y fuera del país.
Precisamente. Como que no hay límites definidos. Uno está fuera, pero como la ha vivido, esa experiencia lo ha marcado y es como si todo lo arrastrara y lo llevase. Se plantea, entonces, una suerte de catarsis; es decir dar vuelco a esto, en el nivel ficcional, porque no se trata de un ensayo ni de un manifiesto político-ideológico, sino de una cuestión que se resuelve ficcionalmente, creativamente.

¿Tú crees que no se debe abordar la violencia ocurrida en el Perú, dando una posición como escritor?
Sí, yo pienso que pueden haber múltiples (y las ha habido) expresiones de novela política, de novela social en determinados períodos, pero en este caso mi planteamiento narrativo se basa en una poética, en una estética, en una manera como yo concibo la novela. No pienso que se trate de contar una historia en los términos tradicionales, estrictos, del género novela, que es un género decimonónico, más allá de los cambios o modernizaciones permanentes que pueda tener o que puede haber tenido. En mi caso, por el mismo material que manejaba, no pensaba que eso sea resumible o se pueda expresar dentro de las normas estrictas del canon literario. Y por eso es que “Su majestad el terror”, en cierto sentido, se ubica como una continuidad de mi anterior novela “El testamento de la tormenta”, pero resuelve ya, con mayor dominio de medios, de recursos, ese problema de dar cuenta de experiencias vividas que tienen que ver con el caos, con la violencia, con el sinsentido, con una serie de bloqueos o de fragmentaciones; entonces este tipo de material no se podía expresar dentro de los términos estrictos del canon, y mi manera de resolverlo ha sido transgrediendo las normas estrictas de esa literatura, de la novela.

¿Cuál crees que es la principal función o la principal tarea que tiene el escritor del siglo XXI?
Yo no sé si función o tarea, porque no estamos en la década del 60, en el período de Jean Paul Sartre, de la literatura en el sentido de finalidades o de compromiso. Creo que fundamentalmente es el rigor en una estética, en una estética narrativa o en una poética narrativa, para dar cuenta de algo que simplemente nos ha pasado y que la queremos resolver dentro de modelos que son un poco pasados. Pienso que si hay una cierta posición o una cierta finalidad en la tarea de escribir, frente a algo que nos ha sobrepasado, esa es encontrar las nuevas formas que logren expresarlo, si se trata de expresión, porque en sí la creación rebasa los límites estrictos del discurso.

¿Qué escritores consideras que hayan expresado mejor esa realidad que hemos vivido en el Perú?
La literatura peruana (y esto podría ser una verdad de perogrullo) es una literatura plural, una literatura múltiple. Creo que hay muchos escritores que han abordado, desde distintas ópticas, todo este terreno, todo este período. No conozco toda la literatura, pero conozco algunos escritores como Dante Castro, Oscar Colchado; o escritores, dentro de una vertiente distinta a la andina, como Alonso Cueto, en “Miradas Peligrosas” (que me pareció una buena novela), o escritores que han tenido otros acercamientos, como Santiago Roncagliolo. Son distintas expresiones, distintos puntos de vista sobre algo que se ha vivido, que nos ha tocado. Estrictamente, no podría determinar cuál es el escritor que más ha logrado calar o expresado todo eso. Pienso que el tiempo manifestará hasta qué punto los lectores recogen o reivindican a tal o cual escritor, como ha sido con otros escritores en otras épocas.

Como ensayista tú estás al tanto de la literatura que está surgiendo. ¿Cómo ves el panorama de la literatura peruana de hoy?
El panorama es sumamente prolífico. Yo vuelvo después de muchos años y veo que hay un estado de ebullición. Después de mi presentación en Lima, que ha sido una presentación que de repente pasó ignorada, llego a Chimbote y veo que hay toda una manifestación literaria que tiene acogida. Más tarde voy a ir al Cusco y voy tener otro panorama. Es un terreno que bulle, es un terreno de muchos jóvenes escritores y me parece de una enorme importancia. Eso que, cuando yo vivía en el Perú, no tenía la importancia que ahora tiene, pienso que obedece a que el país, de una u otra forma, se ha transformado y de repente esa transformación también se da a nivel de las artes, de la literatura específicamente.

Tú vienes después de veinte años al Perú, ¿cómo lo encuentras, cuál es tu visión de peruano que radica afuera?
Lo encuentro cambiado, encuentro que no es el país del cual yo salí, que era un país bloqueado, un país signado por la violencia. En los pocos días que estoy, veo que en este Perú, resultado de situaciones que han vivido por carencia o falla en los mecanismos de comunicación y negociación, los conflictos tienden a asumir condiciones que degeneran extremos y que son objeto de manipulación de uno u otro lado, etc., etc. En todo caso no soy pesimista frente a todas estas situaciones y creo que el país está en una situación distinta y que puede llegar a superar todos estos conflictos que no tienen las mismas características extremas que nos caracterizaron algunas décadas anteriores.

¿Cómo se percibe fuera el panorama político y económico de nuestra patria?
Como muchos peruanos, muchos latinoamericanos, tenemos información, más que todo a través del internet, que permite informarse, pero como nuestras vidas transcurren allá, no es lo que determina nuestras conductas. En el caso mío, fundamentalmente en el aspecto creativo, de alguna u otra forma me encuentro más vinculado a seguir de cerca lo que pasa en el país, pero no desde el punto de vista ideológico y político, sino desde el punto de vista de opciones de vida, de sociedad, que viabilicen al Perú como país. De ese lado es mi interés, el aspecto creativo, y si puede haber un tipo de aporte individual yo lo asumo fundamentalmente a nivel creativo y ese es el terreno en el que me muevo y por eso estoy acá, presentando una novela.

Y consecuentemente tus venidas no serán muy espaciadas en el tiempo. Volverás más seguido al Perú.
Yo creo que si, sobre todo viendo ese terreno bullente de la escritura, de los escritores, de la literatura. Teniendo contacto con jóvenes escritores, gente tan generosa como el escritor Eduardo González Viaña, por decirte, o el escritor chimbotano Braulio Muñoz, uno se da cuenta que hay una situación que permite establecer una comunicación que haga posible que uno esté más presente, no sólo desde el punto de vista intelectual sino con una presencia física, lo que implica volver con más frecuencia al país.

(Julio, 2009).