El desbande empezó el viernes por la mañana cuando, con los rostros trasnochados y víctimas de una celebración hepática luego de triunfar en la IV Feria de Libro de Nuevo Chimbote, arribaron a esta dionisiaca ciudad, trepados en un trajinado Nissan Sentra de color guinda, los cuatro jinetes del apocalipsis: Carlos Rengifo, Henry Quintanilla, Harold Alva y el inefable Willy del Pozo. Esperaban en el hotel, atentos a cualquier jugada, los reconocidos Carlos Calderón Fajardo y Sócrates Zuzunaga.
Después del desayuno, Sócrates tuvo que acompañar su digestión con la incipiente curiosidad de sorprendidas niñas del colegio "Inmaculada" que habían leído la tierna historia de "Takacho, Takachito, Takachín". Luego, los ahora seis socios del señor, debían reponer energías porque por la tarde les esperaba un desgaste intelectual, manual y coral. El derroche intelectual y manual lo tuvieron con los afortunados alumnos del colegio "Max Ludwig Planck" (aquí, con los pulsos trémulos de emoción, nuestros arquitectos de la palabra procedieron a firmar sus libros ante decenas de jóvenes admiradores) y, horas más tarde, con un auditorio un poco mayor, en la Alianza Francesa de Trujillo. El desgaste coral, en cambio, lo tuvieron por la noche y, según pude ver, cuando no aullaban al compás de las canciones, mojaban la palabra para afinar los alaridos.
Participantes del I Festival del Libro Max Ludwig Planck 2009.
El sábado por la mañana, el equipo de fulbito de Ediciones Altazor, en completo ayuno, fue a clausurar el festival del libro en un importante colegio. La atracción: Don Willy Melenas, el terror de las nenas. Hasta la señora de limpieza quería sacarse fotos con él porque pensaba que era José Luis Rodríguez "El puma". Luego, cual pareja de incontables correrías, el sorprendido Del Pozo y su adjunto Harold Alva, se enrumbaron a un colegio también de la zona para firmar algunos libros de literatura infantil de su autoría.
Después de un merecido descanso, el sábado por la tarde, en la Casa de la Emancipación, el reconocido narrador peruano Carlos Calderón Fajardo nos contaba los pormenores de la redacción de una de las primeras novelas góticas de la literatura peruana: "El viaje que nunca termina (la verdadera historia de Sara Helen)" y el laureado Sócrates Zuzunaga nos presentaba las pícaras escenas del ya entrañable "Taita Serapio". Por la noche, otra vez Eduardo Elías nos invitaba a llenar buche y a mojar la palabra en su cálido local. Y así tuvimos que ver partir, con la gratitud infinita por no haberse bebido toda la cerveza de nuestra ciudad, en el mismo Nissan guinda que llegaron, aún con las ojeras más grandes y esta vez rumbo a Lima, a tan cándidos y sanos muchachotes que nos visitaron. Ésta es su reseña.